Bautizo del nieto de Emilio Sánchez Guinea en la iglesia del Carmen. Acaba de concluir. Los invitados se arremolinan entre la puerta, bajo las torres casi mejicanas, y el baluarte de la Candelaria. (691)
Desde el Trocadero parecen celebrarlo con salvas. La ciudad se acostumbró al tronar lejano, monótono. Caminan a lo largo de la Alameda.
Suscita interés la obra de teatro que, entre otros Lolita Palma, anoche vieron en el coliseo de la calle Novena. “Lo que puede un empleo”, de Paco Martínez de la Rosa. La obra era de humor. A la mitad se oyó silbar por el techo del teatro una bomba francesa. Algunos espectadores salieron despavoridos. Otros pidieron que continuara la representación.
Llegan al lugar del convite: la Posada Inglesa, en la plaza de los Pozos de la Nieve, junto al café de las Cadenas. Propiedad de un inglés, con servidumbre de esa nación, uno de los locales más elegantes de la ciudad.
Allí van llegando los invitados, instalándose en el comedor de arriba, con vistas a la bahía y a la casa del infortunado general Solano, todavía arruinada por el saqueo e incendio de hace tres años.
Mientras las mujeres hablan de niños, tatas, sirvientas, patrones de ropa cosida por sus modistas de la calle Juan de Andas, de las novedades llegadas de Inglaterra a las tiendas elegantes de San Antonio, la calle Cobos y la calle ancha… los maridos hablan de la mala situación financiera.
Emilio Sánchez Guinea y Lolita Palma comentan en un aparte la situación comercial en Cádiz. Ella es acreedora del erario público, se siente presionada. Las cosas pintan mal. Cualquier golpe inesperado la dejaría sin liquidez. Comentan de la balandra corsaria. El tribunal de presas tramita despacio. Es una ayuda, pero no una solución. Y ¿qué pasa con el bergantín Marco Bruto? No sabe dónde está. Tendría que haber salido de la Habana hace un mes, y haber llegado ya a Cádiz. El cargamento es de extraordinaria importancia. Especialmente los veinte mil pesos que vienen camuflados, destinados a conseguir liquidez y mantener el crédito local. Su pérdida sería irreparable. Vuelve el rostro hacia el mar, por donde llegan fortunas y desastres. Ojalá llegue pronto ese bergantín, piensa inquieta. (700 ss.)
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