Después de leer el libro me entretuve en ir recopilando fotos de los escenarios que aparecen. Una forma amena de descubrir nuevas curiosidades relacionadas con la historia de Cádiz. El seguir este blog puede facilitar la lectura del libro o complementarla para profundizar más en él. No es mi recomendación no leer el libro, pero si alguien anda falto de tiempo o prefiere abreviar, puede hacerlo por aquí. La mayoría del texto son extractos. Queda así en forma resumida. Los números entre paréntesis son la referencia a las páginas en la edición de bolsillo. Las fotos que llevan asteriscos no son mías.

lunes, 13 de febrero de 2012

Cap. 18 Esc.1

“En noches como ésta, Cádiz parece sumergirse a medias en el mar que la rodea…” (759)

Rogelio Tizón ha preparado con cuidado la trampa, no quiere fracasar como en los intentos anteriores. El cebo se mueve desde el muro encalado del convento de San Francisco, iluminado por un farol, hasta la calle de la Cruz de la Madera, ida y vuelta. Hay niebla ligera y baja.




Foto 18.1.1 San Francisco.


Foto 18.1.2 San Francisco.

Foto 18.1.3 Camino. Actual Isabel la Católica.

Foto 18.1.4 Camino. Actual Isabel la Católica.
Foto 18.1.5 Cruz de la Madera.

Han sonado tres explosiones lejanas, hacia San Juan de Dios y Puerta de Tierra. Tizón se guarece en un portal próximo a la esquina del Consulado Viejo. “Estar inmóvil con esta humedad nocturna le roe los huesos.” (760)

Foto 18.1.6 Consulado Viejo.

No ha vuelto a haber crímenes desde la noche en que el asesino escapó. A lo mejor el incidente le asustó, o la manipulación en la caída de las bombas quizás haya alterado sus planes. Pese al tiempo transcurrido el instinto le dice que va por buen camino.

La chica de dieciséis años, reclutada en la Merced, va y viene. Le desazona su caminar hastiado, profesional, así no va a funcionar. Pasa por debajo del farol, se detiene, da la vuelta para desandar el camino, tal como ha sido instruida.

Entonces advierte a un hombre que camina solo a lo largo del muro del convento, lleva sombrero y capotillo oscuro. No presta atención a la muchacha, pasa de largo. De pronto de la calle de la Cruz de la Madera llegan los gritos del ayudante Cadalso, el silbato. Tizón sale de su escondite y se dirige hacia allí.

Al cruzarse al hombre, este acelera el paso y arranca a correr. Su instinto de policía le empuja a elegir de modo automático. Reconoce por las zancadas al hombre que huyó por la Cuesta de la Murga. Le sigue. Saca la pistola y la acciona. ¡Al asesino!, grita. Acierta, lo ve caer y levantarse de nuevo. El fugitivo tuerce una esquina. Al hacerlo él, la calle está vacía, en la penumbra gris de la niebla. No puede ser. Se encuentra en el tramo alto de la calle del Baluarte, que cruza con la de San Francisco.

Foto 18.1.7 San Francisco.

Foto 18.1.8 San Francisco cruce con Baluarte.

Avanza como cauto cazador, cachorrillo en mano, atento a las puertas y los soportales. Asoma a uno abierto, largo y profundo, escudriña el interior. Surge una sombra con brusquedad, lo derriba de un empujón y se precipita a la calle. El comisario dispara a bocajarro el segundo tiro de pistola. Recupera el equilibrio, lo persigue y al doblar la siguiente esquina, vuelve a desaparecer. Imposible que se lo haya tragado la niebla o haya alcanzado el final de la calle. A la mitad de ella está la iglesia del Rosario. Ha debido ocultarse en otro portal. Lo mejor será rodear la zona y acorralarlo. Toca el silbato para llamar a sus ayudantes.

Foto 18.1.9 Iglesia Rosario.

Foto 18.1.10 Rosario.

Mientras aguarda, reconstruye los hechos. Entonces se pregunta qué habría ocurrido antes, en la zona oscura de la plaza. Por qué el grito de Cadalso y los primeros toques de silbato.

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