Curra Vilches ha pasado la tarde en casa de Lolita. Ahora se despide, la acompaña un criado, no vaya sola, con tanto asesino suelto. Vive en la calle Pedro Conde, frente a la Aduana.
Queda sola Lolita. Recuerda la visita de Emilio Sánchez Guinea con otra propuesta, esta vez, contrabando, que ella rechazó. Es distinta a aquella de fletar una balandra corsaria con patente de rey.
“Tras la ventana cerrada que da a la calle de los Doblones, unas voces de majos…” (497)
“Suena un toque de campana en la cercana torre de San Francisco, desde donde un vigía advierte cuando se ven fogonazos en las baterías francesas del Trocadero, a campanada por bomba.” (497)
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