Otoño de nubes sucias. Mercado de Abastos de la plaza San Juan de Dios. Gregorio Fumagal, el taxidermista, y el Mulato, se encuentran. “Es media mañana y el rumor de voces que llena el terreno entre el puerto y el Ayuntamiento mezcla acentos de toda la Península, ultramar y el extranjero.” (404)
Mulato. Ritmo cadencioso e indolente. Le siguen. Le trae un regalo, un Chrysotis del Amazonas o del Golfo de México, pájaro exótico, buen ejemplar.
“Al otro lado de la plaza, en la puerta de una fonda situada en la esquina de la calle Nueva… hombres bien vestidos leen periódicos o contemplan el trasiego de gente.” (407).
Mulato informa de que abandona. Lo saben en el otro lado. Quieren de él que siga informando, si puede.
“Dejando atrás la plaza… se detienen en la esquina de la calle Sopranis, bajo la torre de la Misericordia. En la puerta del Ayuntamiento, un centinela… se apoya en una de las columnas de los arcos.” (409)
Gregorio Fumagal: “Dígales que seguiré aquí, de momento.” (410)
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