Frente a la playa de los Lances de Tarifa, la balandra Culebra fondeada y con pabellón de la Armada observan el fragor de fusilería en la costa. El perfil de costa divisado va del fuerte Santa Catalina al castillo de los Guzmanes.
Ninguno de los cuarenta y ocho hombres se enroló con intención de servir bajo disciplina militar. Son contrabandistas y chusma portuaria reclutada en tabernas grasientas de la calle de los Negros, la de Sopranis y el Boquete.
Desde la costa les señalan con banderas: “hágase a la vela inmediatamente”. Es momento de marchar. Dejan a estribor “los peligrosos bajos de los Cabezos, que están cuatro millas oeste-noroeste, frente a la torre de a Peña.” (562)
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