Hipólito Barrull y Rogelio Tizón acaban de concluir una partida de ajedrez en el café del Correo, con victoria, una vez más, del profesor. Cinco horas después de hallar el cadáver de la séptima víctima, calló la bomba en la esquina de la calle Silencio, frente al arco de los Guardiamarinas. Altera las hipótesis de asociación de bombas y víctimas. Ocurrió igual en la de la Divina Pastora, cayó la bomba después. En la de la calle del Laurel, no cayó ni antes ni después.
El ambiente del patio del café está cargado, espeso, bajo la montera acristalada que deja entrar la luz de la tarde e ilumina la balaustrada del piso superior.
Teoría de los vórtices. Zonas de vacío, de atmósfera distinta, enrarecida, que Tizón ha detectado en ocasiones en las cercanías de la agresión. Borrull le presta un libro a Tizón: las cartas de Eules a la sobrina de Federico el Grande de Prusia, donde refiere ese fenómeno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario